¡La fotografía análoga
está de vuelta! 

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Foto portada: Ga Robles


En realidad nunca se fue, pero casi. Cuando llegó la era digital, lo “moderno”, la fotografía análoga quedó en un segundo plano para la mayoría de la población. Todos querían esos nuevos equipos que transformaban las capturas en pixeles. Pese a lo novedoso, en un inicio no era lo mejor. Las cámaras no funcionaban con tanta agilidad y las fotografías tenían poca calidad. En otras palabras, que fuera nuevo y atractivo no significó que fuera lo mejor. 

Hoy las cosas han cambiado un montón. Nuestros celulares toman fotos espectaculares y es relativamente fácil hacerlo. Un smarphone no sólo es práctico y portátil, sino que además puede tener un lente con capacidades de simular los resultados de lentes avanzados, de tomar retratos muy pulidos y encima incluyen el programa de edición donde puedes sacar el resultado que esperas.

Pero la idea de la fotografía análoga va por otro lado. Y es lo contrario a la inmediatez y lo automático de hacer fotos con el celu. Hay algo de imperfección en el resultado que nos obliga a ser más observadores con los pequeños detalles: la luz exterior, las características de nuestra cámara y del rollo, el ambiente. 

Roca con musgo en el Volcán Corazón | Foto: Ga Robles

Un rollo puede capturar mucha más información que muchas cámaras digitales y tiene una duración larga una vez revelado, lo que nos permite almacenarlo para ampliar las fotos cuando queramos e incluso no necesitas tenerlas impresas, puedes escanear el negativo y tener tu foto de rollo en digital, pero con toda la información que un sensor análogo te brinda. 

Esto lo sabía en teoría, pero no hay forma mejor de entender los cómos que haciéndolo, queridos. Además de que te permite divertirte aprendiendo. Lo que hice fue agarrar mi cámara Diana+ (una cámara de juguete, lomográfica) e ir al LAF, el Laboratorio Abierto de Fotografía. Este es el lugar indicado en Quito para quienes tienen curiosidad por hacer fotografía análoga pero no tienen idea cómo hacerlo. Es un espacio ubicado en el barrio la Floresta, donde te venden rollos (y hasta cámaras si no tienes una) y te acompañan en todo el proceso hasta que tengas tus fotografías ampliadas en papel o digitalizadas en tu compu. 

Foto: LAF

Espacios así son los que están dando nueva vida al plan de hacer fotografía en la ciudad. Ya les cuento más abajo sobre estos lugares, porque en Guayaquil y Cuenca también pueden encontrar laboratorios y clubes donde pueden aprender. Antes, les explico cómo es eso de que casi desaparece y por qué está volviendo a tomar fuerza. 

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El glitch: de cuando el rollo casi desaparece y su regreso con furia

Cuando todos empezaron a cambiar de tecnología, también empezaron a deshacerse de sus equipos. Y ahí fue cuando entraron estos personajes románticos que encontraban aún en el rollo o ‘film’ posibilidades increíbles para experimentar y en las cámaras antiguas, un banco de tecnología para explotar; ahí podían obtener imágenes que lo digital trataría de emular, no siempre con los mejores resultados. 

Uno de estos geeks fue el ‘Chili’, Sebastián Rodríguez, fotógrafo de naturaleza y seguidor asiduo de los formatos antiguos. De padre fotógrafo, tenía una afición por revelar y no estaba dispuesto a dejarla. Se convirtió en un recolector de material de fotografía y a los 18 años se armó su propio laboratorio. “Desarmé el baño de visitas y lo armé ahí”, recuerda y se ríe por no creer todo lo que consiguió en la época de desecho.

Pero en estos tiempos, las tecnologías analógicas están viendo su renacer. En Europa y en Estados Unidos hay un boom de lo analógico en la música con los vinilos, en la fotografía y el video con el rollo. “Al inicio fue algo muy de moda, hipster, pero ahora ha sido tomado hasta por la academia”, recalca Chili. 

Por ejemplo, la publicidad, el cine le dan un valor superior a aquello que está grabado en película física por todo lo que se puede hacer con eso. La Kodak reabrió su sección de rollos en algún momento en bancarrota, y las revistas de moda reciben los productos editoriales de fotógrafos solo si han sido tomados en rollo. ¿Loco no? La última peli de Tarantino pónganse, fue hecha toda en cinta, y el útlimo video de Mateo Kingman “Puerta de sal”, también. 

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Obtener una fotografía a partir de un rollo parece difícil, pero no es para tanto. Solo tienes que tener paciencia y estar sujeta a experimentar, a probar, a tomar en cuenta que el error es algo que sucede y solo hay que seguir hasta cogerle el tino. Usualmente estos laboratorios abiertos tienen sus métodos. 

En mi primer intento, algo salió mal. Cuando revelé el rollo que tenía desde hace un tiempo colocado en mi cámara salió velado. No sabemos si sucedió al colocar el rollo en la cámara, durante o después. Al momento de sacar el negativo y ponerlo a la luz no habían fotos :(. Entonces debí intentar de nuevo. Esta vez con otro rollo, un Kodak Portra 800 Color, que me vendieron en el LAF. Y esta vez salieron: tuve mis primeras fotografías tomadas y reveladas por mí.

Autorretrato o selfie | Foto: Ga Robles

La satisfacción es inexplicable. Y esa sensación la sienten los aficionados y por eso en el mundo entero hay grupos que se reúnen para experimentar y revelar fotos a través de procesos químicos. Los chicos de Bokeh, en Guayaquil son otro gran ejemplo. 

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Laboratorios abiertos y colectivos de fotografía: aprender y compartir con otros

Bokeh es un colectivo de fotografía análoga con base en Guayaquil. Desde 2014, arman eventos pequeños dirigidos a una comunidad de gente que ama la foto análoga y quiere experimentar, trabajar y entretenerse con métodos análogos de producción. Cada uno de sus miembros tiene su propia razón para entrarle a lo análogo. 

Borys Zambrano explora una técnica llamada cianotipia, un proceso con químicos especiales que se revelan con luz solar. Fabricio Medina ama la fotografía estenopéica y a Alejandro Mosquera le gusta el foto collage y es fan de jugar con la apropiación de imágenes de otros. “Hice un proyecto llamado Registro de identidades imaginarias”, en donde imaginaba quiénes podrían ser los que aparecían en fotos que revelé de unos negativos que me vinieron en una cámara usada. Eran de lo que supongo era la Bahía en los 80”. 

Fotos: Alejandro Mosquera, Bokeh

Ellos han decidido abrir también su colectivo y en lugar de “guardar una receta”, prefieren compartir conocimientos. “Si logramos que más gente se entusiasme con hacer fotografía, podemos lograr más cosas, conseguir materiales y compartir técnicas”, dice Alejandro. Calcula que en Guayaquil al menos unas 40-50 personas están haciendo análogo en Guayaquil. 

Y ahí es donde Bokeh tiene ese rol de ser punto de reunión. Lo hacen a través de sus #EncuentrosAnalógicos, juntadas para hablar de temas de interés, con invitados, y son de entrada libre. De igual forma hacen talleres constantemente para que aprendices e interesados aprendan sobre el proceso químico de revelado a color o blanco y negro, entre otros procesos.

Foto: Borys Zambrano, Bokeh

A través de un sistema de membresías, el LAF financia el mantenimiento del laboratorio y se abastece de los materiales y equipo, pero la pasión es mayor a sus ingresos. “Nunca fue el punto ganar con esto”, dice Chili. Él, junto a Valeria Jaramillo y Pablo Secaira armaron el LAF, en 2017. 

En tiempos de inmediatez y ansiedad, hacer fotos análogas es terapia. Pasar por un laboratorio, compartir conocimiento, pedir ayuda, explorar nuevos resultados. Para mí es una forma de encontrarse con el origen de las cosas algo que me ayuda a dar sentido a los resultados. En el carrete de mi celular tengo 850 fotos, pero de ahí tal vez no extrañe ni la mitad. Pero estas fotos de mi rollo tienen un significado especial. La próxima vez tal vez me anime a revelar el rollo sola. 

¿Y ustedes? ¿se animan? Romper la rutina de inmediatez a la que estamos acostumbrados será divertido cuando vean esas fotos reveladas, hay una suerte de brillo en el ambiente que te hace sentir que hiciste magia: capturaste un poco de luz y tienes ahí los resultados listos para imprimir o digitalizar.

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